Tuesday, March 31, 2009

Adúltera


Tienes como Luzbel, formas tan bellas

que el hombre olvida al verte, enamorado,

que son tus ojos negros dos estrellas

veladas por la sombra del pecado.


Y no turbas, hipócrita el reposo

el Pobre hogar con que tu falta escudas,

porque a besar te atreves al esposo,

como besara a Jesucristo Judas.


¡Aún sus flores te da la primavera

y ya tienes el alma envilecida!…

Ya llegarás a ver, aunque no quieras,

el horizonte oscuro de tu vida.


Desdeñas los sagrados embelesos

del casto hogar de la mujer honrada;

y audaz ostentas el vender tus besos

las llamas del infierno en tu mirada.


Manchas el suelo que tu planta pisa

y manchas lo que tocas con la mano;

te dio Lucrecia Borgia su sonrisa

y Mesalina su perfil romano.


Brota el deleite de tus labios rojos;

se aparta la virtud de tu presencia;

porque más negras,

más negra que tus ojos,

tienes, mujer, el alma y la conciencia.


Rosas de abril parecen tus mejillas;

mármol de Paros, tu ondulante seno;

más… ¡ay!, que tan excelsas maravillas

son del barro nomás del cieno.


Reina del mal: tú tienes por diadema

la infamia, que con nada se redime;

el pudor es un ascua que te quema,

el deber es un yugo que te oprime.


Tienen las gracias con que al mundo halagas

precio vil en mercancías repugnantes,

y te envaneces de cubrir tus llagas

con seda recamada de brillantes.


En este siglo en que el honor campeano

te ha de perdonar ni el vulgo necio;

hieren más que las piedras de Judealos

dardos de la burla y el desprecio.


Mañana, enferma, pobre, abandonada,

de la mundana compasión proscrita,

el honor, cuando mueras humillada,

sobre tu fosa escribirá… «¡Maldita!…»